domingo, 29 de marzo de 2009

Los animales no lucían tristes

Durante algunas horas me cuestiono sobre el cuerpo que yace a mi lado. Es, sin dudarlo el cuerpo de Alejandra. Todas las correspondencias de la desnudez. Pero, hay algo de maligno y nuevo en sus contornos. ¿Qué?

Mis presentimientos han circulado toda la tarde, atados a mi inconsciente mientras un simio se apoderaba de mis actos: después de las pendejadas del parque fuimos al zoológico, la ilusión de mi perra era ver animales enjaulados.
Recordé a mi rata (¿o a mi mismo?). Los animales no lucían tristes. ¿Quién luce triste en un hotel con todos los servicios? Nadie.
El placer de Alejandra viendo animales holgazanes me produjo asco. Verme sometido a los caprichos de una pinche burguesa en un zoológico era encerrarme con los animales. No hice nada.

Una comida (cara) después de ver animales (webones) demuestra mi falta de carácter. Era yopendejo armando de nuevo un teatro absurdo, inútil, que acabaría con los labios de Alejandra sometidos a mi cuerpo. Intoxicado tuve que cogérmela para restregarme todos los errores. El café de la mañana terminaría con mi eyaculación, extendida hasta mis preguntas.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Vueltas por idiota

Salimos, caminamos rumbo al parque cercano. Me preguntó cómo estaba, ¿sabes que murió el Ratón? El mejor boxeador del mundo. Respondí. Su rostro se desfiguró ante mi respuesta, ella esperaba que aceptara la tregua idiota de mostrar un poco de urgencia, no lo hice.
Al parecer el asalto era mío, no lo fue. Alejandra descubrió en mi evasión la debilidad de verla directo, de confrontar todas mis botellas de vodka justo en su cara. No lo hice, tras su mirada mi comportamiento se volvía el intento inútil de la rata que da vueltas por idiota.

La inutilidad de mis actos frente a sus piernas me hizo volver a los recuerdo de mi infancia, me traía de súbito la humedad de mi sangre manchando la camisa blanca, recién planchada, nada podía hacer ante los golpes del gonza.

Los golpes de Alejandra esa tarde fueron maravillosos, pequeños gestos, miradas destructivas, riquísimas. Dos horas antes me mentaba la madre, me llamaba mal parido, sometía mi virilidad a todos los dogmas. Ahora, sentada junto a mí busca tocarme. Basura, sus actos son una mierda dirigida desde lejos, lo pienso, pero, ninguna idea puede alejar su boca de la mía.

martes, 24 de marzo de 2009

Un conejo

Mientras todas las cosas encajaban en su sitio, Alejandra sentada frente a mi se alzaba impávida. El destino casual de nuestro encuentro fue una puta formalidad. La nena había olvidado su secadora parisina, no podía esperar menos.
Secadora en mano llegué al lugar acordado, todo normal. La primera mirada somete las piernas alejandrinas al escrutinio de un cirujano, parpadeo, falda corta, labios pintados (de cualquier color), reloj (hermoso), lentes oscuros, brazos descubiertos.

No recuerdo las cosas que pudimos haber dicho pero al estar sentados, por un acto reflejo, alcé la secadora para llevarla justo en la frente de lo que para mi era un conejo enfermo y lleno de miedo. ¡Pum! Exclamé. El conejo no salió huyendo, en cambio emitió un sonido: ¡Eres un pendejo! Alejandra, reluciente, comenzó a insultarme, repasó todos mis defectos. La ilusión de sus ademanes en el aire hizo que tuviera una de mis más inexplicables erecciones, me sentí ridículo. La mujercita perpetraba la paz del café y del mundo.

lunes, 16 de marzo de 2009

sólo una rata

Trato de mantener en calma mis pensamientos. Es inútil, el sol desgarra un horizonte oxido, lleno de mugre. Sólo por eso la mano se me calienta, busca el arma que hoy no llevo conmigo. He decidido comprar una mascota para ahorrarme el ocio, el alcoholismo y las estupideces. Pienso en un gato o en una rata horrible. La idea de comprar un animal nació desde una pregunta ¿fui un animal enjaulado mientras conviví con una mujer llena de mugre?
A mi juicio lo fui y ahora deseo experimentar el otro lado. El perverso ojo manipulador, la mano omnipresente que determina el devenir. En la tienda de mascotas los animales lucen desinteresados por su futuro, se parecen a mí.
Veo los gatos, los perros, los reptiles. Me siento identificado. En la caja pago por una rata pequeña y con los cachetes flexibles (al fin una diferencia). Al salir me doy cuenta que el roedor necesita más que mi beneplácito para vivir, vuelvo, compro una jaula, aserrín y comida. Mi nuevo inquilino tiene todo para soportarme.

He mirado a mi rata durante una hora: come, da vueltas, se agazapa temeroso entre en aserrín y sus meados. Huele todo, de vez en vez se da un golpe con la jaula, vuelve a dar vueltas y el ciclo se repite con ligeras variaciones.
Me pregunto si a la entrada de una hembra en su jaula mi amigorrata se volvería un imbécil. Me sentí superior a todos los animales hasta este día. Mi existencia sujeta a los mismos actos monótonos me produce mareo.
La muerte se ha vuelto para mi un cumulo de aserrín cubierto de meados de rata. Me doy cuenta y el animalito continua con la rutina. ¿Debo limpiar mi casa?
Las preguntas vuelven a someterme.

domingo, 8 de marzo de 2009

presente

Ese mismo día soñé que Alejandra abría una puerta y me abrazaba. Desprovista de todas sus armas, de la risa malévola que algunas veces me regaló, parecía indefensa.
Mientras ella se ajustaba a mi la creí más pequeña, como si algo la hubiera desgastado, en realidad era la falta de luz la que resaltaba mis proyecciones.
Cuando se apartó, pude ver el orden perfecto que ocupaban las prendas en su cuerpo: las uñas pintadas, inmaculadas, las muñecas frágiles y los lunares en su sitio. Usaba todo lo que yo hubiese querido quitarle después de decirle hola, cómo estás.
Se escurrió dentro de la casa y no terminé de entender las palabras que salieron de su boca porque la escena cambiaba. En mi sueño se mezclaban recuerdos reales y fabulaciones. Todas las imágenes eran por tanto más violentas.
La imagen comenzaba con Alejandra y una playera enorme como única defensa de su cuerpo ante el mío, ella entraba a la cama deslizando con cuidado las sábanas. Cuando la sensación estaba a punto de completarse con su cuerpo desnudo rozando el mío, un golpe de tristeza hizo las escenas más normales. Alejandra con las uñas descoloridas, el rostro pálido, semimuerto. Nada había ya del pasado en su cuerpo. Ella se consumía irremediablemente en un presente con olores a vómito.