martes, 24 de diciembre de 2013

Mattháus

Hoy no podemos entrar a una sola casa
no escuchamos esa música fugitiva que nos deja
no te de doy de mi no me das de ti no nos dan
no les damos..................................................

Hay una línea de puntos suspensivos que
nos saltamos

No podremos disfrutar de aquella felicidad
encartuchada que se recibe en detonaciones
de azúcar, dinero y grasa

viernes, 20 de diciembre de 2013

Miserabile bastardo

Parkersón Mal de Parker
o sólo Parker

En la calle ese es mi nombre (o mi sombra).
Sono un miserabile barstardo

Todos los días mientras vago indescifrable
entre las anchas calles que desfiguran
los envases vacíos de caguama familiar
imagino que algún muerto toca jazz.

Un muerto alegre toma mi mano sucia
sin importar que soy nadie que nunca
he sido algo como escribía el emo de Pessoa.
Así que de pronto este escenario que mis
nervios no toleran se vuelven un tablero
donde Jim Hall detiene la lluvia, no pares de beber
me dice, no importa que los poemas y las historias
sobre bebedores sean tan comunes como estar
triste y escuchar azul en verde
entonces suspiro, al cerrar los ojos sólo escucho jazz,
un jazz intruso que me recuerda que nunca tendré
todos los sueños del mundo.


jueves, 19 de diciembre de 2013

La muerte de Sabina

En la adolescencia pensaba
que todas las letras de
Saúl hernández eras poemas:

Junta tu monstruo dolido con el mío
nunca me lleves a templos perdidos
¡Ay amor hazme creer que todo es verdad!

Defendí las canciones de Caifanes contra
los pendejos que escuchaban a Sabina;
luego, afortunadamente Sabina y todos
sus pendejos seguidores murieron con
la crisis española.

Después me enteré que el gran Caifan 
escribía sus letras drogado y pedo;
contagiado por el impulso me arrojé
y comencé a escribir esta mamada...

Así que ahora pienso en el talento, en el box y los pinches Caifanes
¡por qué drogado y pedo como estoy no puedo escribir
como si tuviera talento!
Las respuestas se agolpan con el hipo.


martes, 3 de diciembre de 2013

Jungen Dichter

Cuando cumplí veinte años
la poesía me desilusionó
al cruzar Av. Juárez,
escuché:
"hola qué tal, soy el chico de las poesías
tu fiel admirador aunque no me conocías".

Inmediatamente sentí vergüenza.

Me apenaba creer que las mujeres
a las que escribía pensarán eso,
me aterró verme como un estúpido
coro de bachata.
Imaginé a mis amigos, sobre todo al cacas,
mofándose de mí poniendo la canción sin parar.

Recordé a los románticos alemanes, tal vez
a ellos sí les hubiera gustados esa canción,
incluso Goethe debe tener algún verso similar,
pero a mi me avergüenza, me da nauseas pensar
la figura del poeta como un cantante de sexo-bachata,
caribeño y de nombre Romeo.

Noches después, consternado, leí a Holderlin:
An die jungen dichter.
Reparé en en dos brillantes versos que hablaban
sobre la maduración de la poesía y la devoción
poética como acto de supervivencia.

Esa noche no podía dormir pensando en mi falta de
devoción, que pasados los siglos entre la era
de Holderlin y la mía debía traducirse como convicción;
pude dormir sin embargo, al pensar que Holderlin no tuvo
la oportunidad de escuchar una bachata.