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lunes, 13 de mayo de 2024

Mátenme porque me muero

 



Ya terminé de ver Shogun y me gustó en gran parte porque me agrada la historia de Japón. Desde joven y con ayuda de animes como Súper Campeones o Saint Seiya descubrí la existencia de Japón. Después tomé clases de literatura contemporánea japonesa, realicé el recorrido obligatorio de haikus y me adentré en el boom de autores nipones de la primera década de los 2000’s: Haruki Murakami y Banana Yoshimoto. 


Shogun es una serie ambientada en la época medieval japonesa. En 10 capítulos la serie ofrece una mirada bella y detallada de las costumbres y el modo de vida de la época. La inmersión a ese mundo es uno de los objetivos de la serie, que logra materializar el trauma que produce el choque cultural en los personajes.





Me parecen destacables una suma de detalles que a continuación enlisto para no olvidarme: el conflicto del idioma es fundamental en la serie, me atrevo a decir que ese conflicto es el hilo fundamental en los posteriores conflictos de la trama. El hecho de que el protagonista sea un inglés protestante que no habla japonés produce una sensación de empatía inmediata para quienes no hablamos el idioma de Goku. 


El retrato de las leyes morales que rigen a los japoneses es precisa y necesaria para entender la conducta de los personajes. En concreto, la idea del honor relacionada a la vida y la muerte. Los nipones de la época se mataban a la primera provocación. La serie está llena de muertes absurdas que son justificadas por honor o deshonra y que llegan a provocar sensaciones encontradas en el espectador.





Para quienes como yo gustan de la poesía, la serie mantiene el gran detalle de la poesía japonesa como medio para resaltar la inteligencia y sensibilidad de los personajes. En momentos claves de la trama los conflictos se detallan a través de los poemas, de tal manera que no parecen un capricho o romantización occidental.


¿Entonces, de qué trata la serie? Es la historia de la guerra civil japonesa contada desde los ojos de un inmigrante inglés. Está basada en la novela del mismo nombre escrita por el australiano James Clavell.


Cosas que no me gustaron de la serie: comenzaría por la trama de intrigas políticas, que al final vuelven espesa la experiencia del final de la historia. Continuaría con la costumbre de muchas series que dejan el final abierto para ver si logran tener éxito y hacer una segunda temporada.


Me parece que para los espectadores mexicanos es sencillo conectar con la historia porque remite a una parte de nuestra propia historia: la conquista de México Tenochtitlán y la relación que establecen Hernán Cortés y  Malintzin. Por su puesto con sus respectivas distancias históricas y ficticias.




lunes, 29 de abril de 2024

La familia y los problemas


Terminé de ver Bronca. Ver series no es mi deporte favorito, comparto las sensaciones de quienes simplemente ponen algo como sonido de fondo. Pero vi Bronca por las  reseñas y después de acabar el drama de asiáticos viviendo en Estados Unidos, me quedó la sensación de que todo gran drama siempre incluye a la familia. Como cualquier tragedia griega, Bronca es una radiografía familiar en un contexto de migración.

Aunque inicialmente Lee Sung Jin, escritor de la serie, pretende desviar toda la atención en un accidente de tránsito. El autor intenta construir un recorrido minucioso en la vida de los personajes, todos unidos por vínculos de sangre, todos familia.


La parte en la que no pude conectar con la historia es el final, precipitado y con una idea entre mística y socialista de que la realidad de los protagonistas es la misma y son un mismo espíritu. Todo esto resuena con la premisa citada en la serie: la hermandad espiritual, que habla de dos almas que se entienden perfectamente. Socialismo espiritual a la coreana.


Por ser una serie de más de cinco capítulos a la mitad le cuesta trabajo mantener la tensión, pero es mínima esa sensación considerando todo lo que pretenden explicar respecto a la intimidad de los personajes. Como cualquier serie abre líneas argumentativas que después ya no se cierran o que simplemente están ahí para desviar la atención.


Por otro lado me pareció trascendente uno de los mensajes insistentes de la serie: sin importar la cantidad de dinero en el banco, siempre existirán problemas familiares. O como se dijo primero en México: “Los ricos también lloran”. Ese mensaje en el contexto de Bronca es la confirmación de la muerte del sueño americano. 


Este mensaje fue importante en mi visión de la serie debido a que tengo bastante familia en el Otro Lado. Me consta que aunque mis familiares no están físicamente conmigo, sus problemas y emociones cruzan la frontera más rápido que un envío. Esta relación es levemente mostrada en Bronca, pero como el tema no es ese, pasa de largo.


Menciono algunos detalles que me gustaron: la música de finales de los años noventa y principios de los dos mil con bandas como Incubus, Keane o Limp Bizkit. En general toda la reflexión de la generación nacida a mediados de los ochenta me pareció agradable tanto porque pertenezco a ella como por lo importante que son esos detalles en la construcción de los personaje y de la serie en general, que coquetea con un lenguaje simbólico en toda la serie, de ahí que en cada inicio de capítulo se muestra una pintura que pretende ser una alusión a lo que sucederá más adelante. 


Vean Bronca, si no, vean otra.


jueves, 25 de abril de 2024

Advertencias al lector

Regreso después de ocho años sin escribir una sola palabra en este blog. Lo que más me cuestionaba al volver era si debía borrar los textos anteriores y comenzar de cero. Decidí no borrarlos porque esa es justamente la cualidad de la escritura: poder mirarse en espejos que te devuelven reflejos pasados. Lo que fuí y lo que soy.

Aunque el mundo ha cambiado después de una terrible pandemia y que con ello las fórmulas del éxito también,  a mí no se me han pasado las ganas de escribir y describir el mundo que veo. 


Por esa razón espero poder brindar a los lectores y no lectores una experiencia más amplia en cuanto a géneros. Si bien el blog tenía una inclinación a la poesía, ahora también subiré mis artículos de opinión y algunos cuentos. No sé si subiré poemas porque ahora mismo no me salen. 


En cualquier caso agradezco sus minutos de lectura.

Con cariño: 


Zagreo Y.


miércoles, 24 de abril de 2024

Instrucciones para sobrevivir en Oaxaca



                                                                                                                       


Dentro de mi rutina cotidiana está la de caminar la huerta e ir viendo los árboles de mango. Esa mañana recibí una llamada de un número desconocido. Recuerdo que contesté ya como al cuarto intento.Me avisan que una amiga fue atacada a balazos. Me quedo callado. Con la cercana muerte de mi abuela las tragedias se me han vuelto cotidianas.


De unos 43 años de edad, mi amiga Dominga ya guarda en su hoja de ruta dos matrimonios, dos hijas de su exesposo y uno de su actual pareja. Distanciada de su familia cercana, la vida de Dominga gira alrededor de sus hijos. Por motivos que prefiero guardar, vivía en casa de sus actuales suegros.


A Dominga la conocí en unas clases que impartí en una universidad cristiana. Recuerdo su impulso por saber más y su contrariedad por no entender la falta de verdad absoluta a la hora de hablar de literatura. Coincidimos en algunas presentaciones de mis libros, conocí a sus hijos y salíamos a comer o a caminar al zócalo, comer un elote frente a la catedral viendo a sus hijas reír y hacer burbujas.


La vida no era fácil para Dominga, que buscaba espacios en su tiempo como madre y esposa para poder salir con una amiga, pintarse el pelo o andar en bicicleta sin tener que preocuparse de sus hijos, su ex y su esposo.


Un día después de la llamada y de que el suceso fuera información en la nota roja, visité a mi amiga. Fue complejo a pesar de que se trataba de un caso público y conocido; o como lo dijeron los guardias del hospital: “vienen a buscar a la baleada”. Esa baleada respondía al Código Plata, término usado para pacientes en riesgo.


Pregunté la cama y el área para verla. Puede verla en la cama cinco, me dijo un tipo sin mirarme a la cara y señalando una libreta para apuntar mis datos. Cuando por fin encontré la cama cinco Dominga no estaba allí. De hecho no había ni pacientes ni enfermeras en la sala. Volví a la puerta y me mandaron a la Oficina de Trabajo Social, ahí me dijeron que yo debería saber dónde estaba mi paciente. Volví con el guardia, quien me mandó con otros guardias que a su vez me mandaron a la cama diecisiete. La cama estaba en el segundo piso, entré y únicamente había hombres, la enfermera de guardia me dijo que ahí no había ninguna mujer y menos alguien de nombre Dominga. Volví con el guardia del inicio, que me mandó a la guardia de urgencias. Ya un poco encabronado en urgencias alcé la voz y les reclamé su ineptitud. Como caída del cielo, una señora que había visto todas mis vueltas se presentó como la administradora del hospital y me ofreció ayuda. De pasó le metió una buena regañiza a los guardias y enfermeras, quienes con celular en la mano únicamente respondieron con muecas. 


Tres vueltas después y ya con la administradora encabronada, resultó que Dominga estaba en la cama cinco pero de la sala de urgencias. Corrí ya desesperado pensando en que lo peor había sucedido y que únicamente encontraría un cuerpo helado tumbado en la cama.

En cambió la imagen frente a mí era otra: Dominga rodeada de policías, enfermeras y una psicóloga. Entré sin preguntar si podía o no, sin importar si había o no protocolos y al vernos le tomé la mano. Inmediatamente los oficiales de la Fiscalía me interrogaron, al no ser su familiar me invitaron a salir. Entonces pude ver el rostro de Dominga, tenía un parche del lado derecho de la cabeza y del mismo lado le habían rapado la mitad del pelo. Fue evidente que el disparo lo había recibido en la cabeza.


Afuera de la sala y sin prestar atención a las preguntas de la oficial pensé en el esposo. Cuando le pregunté a la oficial su respuesta me dejó helado: “Fue el esposo quien le disparó”. Con mucha prisa la oficial me contó una historia con detalles difusos. Cuando las indagatorias terminaron también hablé con la psicóloga, quien me dio otros fragmentos de la historia. Su rostro era de incredulidad, sobrevivir un disparo en el cráneo no es un milagro de todos los días.


Dominga, su esposo y su hijo salieron el domingo a mediodía rumbo a Tlalixtc. Pasaron una tarde tranquila mirando las montañas y la presa disminuida, pero todavía con patos. Comieron memelitas, tasajo, chorizo con sus rabanitos, nopales, aguacates y cebollitas asadas. Después de la comida el esposo pidió un mezcal para el desenpanse, como una no era ninguna pidió otro mezcal, dos ya son una y volvió a empezar. De tal manera que ya con el niño llorando, los meseros levantando y con la cuenta en la mesa, el esposo se negó a irse si no le vendían una última cerveza, después de las doce que ya se había tomado junto con seis mezcales. Incómoda y cansada ya no pudo quitarle las llaves para manejar, sin ánimo de discutir subió al coche con el nene en brazos y cuando intentó bajar el volumen de la música le dio un manazo en la mano. “En esta nave yo soy el capitán”, le dijo muy cerca del oído y después acarició a su hijo. 


Al llegar a su casa, ni la música ni la comida pudieron contenerlo, quería más cervezas. Dominga se puso la pijama y paseó al nene en la sala, los tomó a los dos con fuerza y se los llevó a la tienda, donde pidió un six, Dominga se quejó y le dijo que era demasiado. La joven que atendía le dijo al esposo que no tenía cambio de quinientos y al terminar de escuchar la negativa sacó una pistola del pantalón y le apuntó a la muchacha, quien quedó petrificada. “Qué haces, la vas a matar”, se escuchó, después el esposo apuntó al rostro de Dominga y le respondió: “Te voy matar a ti”. Tras el impacto, el grito de la muchachita, el desplome del cuerpo y del nene, después el incontrolable llanto de un bebé que yacía en el suelo aun en brazos de su madre. El esposo salió huyendo sin mirar atrás, en el camino se encuentra a una señora que lo ha visto todo y mira a Dominga inconsciente  sobre un charco de sangre y al bebé llorando. Sin pensarlo toma al niño y buscan el celular de la víctima, llaman al 911 y después a su hermano, quien sin creerlo cuelga la llamada. Hasta que mira la ambulancia llegar y ve a su hermana en brazos de los paramédicos, entonces sale corriendo para irse con ella y no lo dejan subir. Gentilmente la señora le entrega al nene, quien por el susto ya no llora, sino que tiene los ojos bien abiertos, como su tío, quien al ver las luces rojas de la ambulancia alejarse todavía no lo podía creer.



martes, 16 de febrero de 2016

For


Toda la soledad en la que vives
no se puede traducir en
ningún poema, acaso se
puede nombrar.

Por ejemplo la oración inglesa:
“She goes away”, donde she
eres tú y away es un afuera
construido por la cantidad
de pasado que aplana los
caminos de terracería por
donde andas ahora.

Nunca me gustó tomarnos
fotos porque me parecía
una costumbre idiota,
llena de Millennials y
música insoportable.

Aunque el imbécil fui yo,
que no se dio cuenta que
los Millennials dominaban
el mundo cuando nos

tocó decidir.

viernes, 5 de febrero de 2016

Día de la Candelaria

Nos vimos justo el día
de la Candelaria.
Cuando se pagan
los tamales.

Los encuentros humanos
carecen del esteticismo
de las ficciones y el arte.

Me la pasé escuchando
canciones de Chalino Sánchez,
como “Nieves de Enero” o
“Me persigue tu sombra”.

Intento evadir la poesía porque sobra.

La ausencia se vuelve
repugnante cuando
descubrimos que
apesta a pop, por esa
razón no le di mucha importancia
al hecho de no vernos.

Traicionarnos es una buena
medida de tiempo.
Se recae con ganas de
olvidar el peso de una herida,
como si no fuera suficiente
perder los dientes, tener
cáncer o sufrir una fractura.

Febrero es el inicio del
ciclo de cultivo, eso también

lo descubrí por la Candelaria.

martes, 29 de diciembre de 2015

Oda al fin de año de los poetas

Tenemos la costumbre fatídica
de recordar los finales mucho
más que la mitad de las historias.

Tal vez por eso nadie recuerda
cómo era su vida apenas en junio.

Recuerdo que este año también
escribí poemas infumables,
inútiles incluso para los estudiantes
abandonados en el vacío de sus escuelas.

Mi memoria gira para hacer un
recuento inútil de poemas del año 2015:
escribí al rencor de no poder
desatarme de los poemas de 2014,
ocupé mis ánimos para intentar
reconstruirme y me esforcé en
la construcción de un magno poema
que sorprendiera a las multitudes,
un poema sin libro y sin poema,
un poema sin escritor ni lectores,
un exopoema, un metapoema, que
sólo podrían leer los interesados
en la reconstrucción de la lírica oaxaqueña,
esos que dicen que hay que estar
unidos y no crear mafias, aunque el crimen
ya lo llevamos por dentro.

Cuando les pregunten qué hacen los poetas,
los poetas intergalácticos chapulineros,
ustedes podrán decir que se alejan a miles
de kilómetros por hora de sus familias
y de los sueños cotidianos de ser mejores.

Los poetas destruimos los relojes cuando se
acerca el fin de año, recordamos, bajo el
mazo impertérrito de cronos que lo
nuestro es escapar con las manos vacías
de mujer y de buenos deseos.
Este 2015 que agoniza también intenté
escribir un poema triste con el que
todos pudiéramos bailar, el motivo fue
mi primer intento por ligarme a una
señora de 40 años que me miró de
forma perversa en la fila de las tortillas,
su desaliño y su mandil me provocaron
hasta las lágrimas, cómo convencer
a una guerrera de las trincheras del hogar,
ese poema iniciaba con este verso:
“una flor artificial, así es usted, fiestas
Restaurantes, un concierto a las 10,
y al final de esta función, quién sería yo,
un joven y oscuro seductor”.
El rechazo fue inminente, desgarrador,
la mujer cuarentona se quejó de mi
falta de originalidad.

Ahuyentado mí deseo por las cuarentonas,
retomé el camino de los poetas jóvenes,
intenté escribir con metáforas sublimes
y hablé de los muertos, retomé versos
altísimos, ¡Oh Soledad en llamas, páramo de espejos!
Vt melius, quidquid erit, pati! (¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser!)
Dum loquimur, fugerit inuida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
(Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad:
aprovecha el día, confía lo menos posible en el mañana).
Pero fue imposible, los poetas jóvenes tienen menos
de 25 años y adoran todo aquello que desconozco.

Cercano a mayo conseguí una novia y tuve
la sana iluminación de dejar de escribir,
me dediqué a engordar y a fecundar
a mi amada pareja de los Valles Centrales.
Al abordar los camiones y el transporte
público miraba a todos con el desdén
de saberlos pocas vergas, mi mujer
me afectaba al grado de sentirme dichoso,
entonces vino la hecatombe y tuve la
infelísima idea de engañarla y la poesía
volvió, como aquellas minas que uno
cree que por ocultas nunca estallarán.
Pasaron poco a poco los meses y yo
sólo escribía con mi pobre pito
entre las manos, regañándolo y
sintiéndome culpable. Los pecados
de mi polla también son mis pecados,
me repetía al dormir todas las noches.

Llegó octubre y los temas se habían
agotado, me pareció preciso no volver
a leer más en público, me pareció
adecuado dedicarme sólo a escribir
poemas serios que sólo pudieran
ser descubiertos en bibliotecas
y en tiendas de Educal y de Porrúa,
libros chingones que sólo entendieran
las gentes educadas de escuelas privadas,
poemas que hablaran de lo bello que
es vivir encerrado en un libro sin
que nadie se entere de tu pobre almita.
Poemas de concurso chueco que sirven
para desviar un dinerito pal compadre,
porque él sí lo necesita, porque él sí quiere
ser alguien.
Pero fue un error, una marca en mi frente
acusaba mis bajas intenciones, mis libros
no se vendieron ni ganaron concursos,
cercano a noviembre valió verga la vida
y me dediqué a trabajar y a ver youtube,
dormía con mi laptop encendida a mi lado,
veía videos de todo tipo, pero la poesía
no me dejaba, en las noches soñaba que
despertaba en la playa, rodeado de
versos con cuerpos de mujeres y vestidas
como hawaianas, youtube me estaba
haciendo daño y el trabajo me estaba matando.
Llegó diciembre y yo no dejaba de observar
el internet, aunque ahora todo a mi alrededor
olía a grasa y reventaba de buenos deseos,
me sumergí en la fatalidad de las personas
que carecemos de originalidad y comencé
a escribir un último verso: el poema
escrito no es el verdadero poema, el poema
escrito no es el verdadero poema, como el
taco pronunciado no es el verdadero taco,
como la palabra pronunciable no es

el poema inmutable.