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martes, 21 de octubre de 2008

con la mano caliente

Que tu corazón sea más lento me hace sentir culpable, por eso puedo matar a quien sea con tal de complacerte, mi niña mimada, mi pequeño trozo de muerte y granitos estéticamente colocados en el rostro.

Ayer después de matar a un juez de la suprema corte pensé en mis vacaciones contigo y me dio tristeza, te darías cuenta de que sólo soy un hombre con pistola, nada más, un loco con un motivo llamado Alejandra y muy pocos nervios en la mano.
Al juez lo maté con un disparo en el ano y salí de su casa pensando que mi cuenta crecía y mis vacaciones contigo se acercaban sin poder hacer nada.
Salí y llovía, nublado por todas partes, calles desiertas; trato de matar de madrugada lo más que puedo, andar con la mano caliente en la calle es peligroso, sentir cualquier vértigo es soltar tres disparos y salir corriendo.

Llego a casa y estás dormida, hueles a crema facial y menta, me preparo algo de comer y sigo pensado qué voy a hacer si no asesino a nadie mientras estoy contigo.
Qué haré si te desvaneces en la playa, soy un simio con manos delicadas, tal vez por eso estás conmigo, o porque fui muy sincero y te bese como cuando tenías quince años y tu hermano te despertó con su lengua, después de eso ningún hombre fue el mismo, nadie tenía la misma boca que tú, Eeras, como siempre pensé, una figurita hedonista y con el ego de cien putas finas, pero aun así te amaba con la pólvora de mis manos y el dinero que conseguía con ella.
Entré tarde a la cama y me reclamaste sin abrasarme, no me importo por el cansancio, cerré los ojos, no soñé nada, mientras dormí todo fue una mancha oscura, un caída infinita y lenta que de pronto rescata tu mano en mi vientre.

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