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sábado, 29 de noviembre de 2008

sin humedad ni recelos

La miré a los ojos sin dominarme, el olor a pólvora en mis manos inundaba el cuarto y el calor del verano nos provocaba un poco más.
Esa mañana muy a disgusto tuve que matar a medio día dentro de un mercado, una tarea complicada, a la cual sucumbí por el deseo de Alejandra de decorar nuestro baño de color rosa. Cuando pensé en ello me pareció un chantaje ridículo, veía en esa petición una cualidad abominable: la estupidez.
Ella me convenció al contarme lo que deseaba hacer con el baño, cambiar nuestros pisos de cerámica monocromática y lisa color blanco por mármol rosa. A mi me pareció que aquel baño debía darse aires de grandeza en manos de Alejandra y decidí matar al mercader por deudas con la mafia. Me acerque rápido y sin decir nada mientras el tipo pagaba la cuenta de sus tacos le disparé en la nuca sin mirar.
Volví a casa agotado, Alejandra en nuestra recamara hacia llamadas para preguntar por el material de nuestro baño y entré, la vi hermosa cruzada de piernas, sosteniendo el auricular, sus uñas nacaradas resaltaban, me acerqué, no me contuve y comencé a contarle sobre mis crímenes. Alejandra trató de callarme con una señal pero desconecté el auricular y comencé a escupir pendejadas. Ella me miró con rabia, ofendida, pero había en su rostro un aire sexual inevitable, cuando lo notó trató de simularlo alzando las cejas con aire de desprecio y fue inútil porque mientras alzaba las cejas también bajaba sus bragas y me recibía sin humedad ni recelos. La tomé con agresividad y ella sólo guardó un gemido y se apretó a mí. Cogimos reclamándonos todo, en sus gesto, en la forma en que su cuerpo me poseía había acumulado un recelo, el de la muerte.

domingo, 23 de noviembre de 2008

surf


El camino era largo y aun quedaba mucho hash, a Alejandra le gustaba fumarlo en mi pipa con un poco de tabaco sabor vainilla mientras yo manejaba un camino lleno de curvas rumbo a una playa diferente.
¿quieres un poco?- dijo, y fumé largo haciendo malabares con el volante, el fuego y la pipa.
Alejandra pone Surf on a Rocket y mientras manejo le toco las piernas, ella canta: surfing on a rocket, don’t, please take mi hand, don´t let me down y yo ya hurgo bajo su falda, ella no me mira, sólo canta, saca la cabeza por la ventanilla mientras yo giro el auto en una curva cerrada. Creo que todo cabe en este momento, me olvido por un momento del calibre de mis traumas, del martillo de las armas que he usado, del nombre de mi madre. Me olvido de Alejandra mientras toco su vagina con pocos bellos y eso sucede porque una vagina será eso, sólo eso, un alcatraz de carne sin nombre y rostro.

Cuando regreso a la curva me doy cuenta que el humo ya está jugando conmigo, ensimismado en el vano encuentro de mis ideas olvido que Alejandra vomita, grita y berrea, no quiere que me detenga: ¡Acelera, rómpeme! La escucho gritar y me siento contento viendo el espectáculo de mi barbie drogada.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Azar

Esta noche imagino
tu rostro y es difícil.
Como un trazo de cenizas
en el agua, así,
tu cara emerge.

Abro los ojos
todo es cierto

Las gotas nunca caen
Al azar.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Sexual y pasajera

A media noche, en la playa, Alejandra y yo disparábamos al cielo poseídos por un deseo demente. Ella sin mirar, disparaba ráfagas que iluminaban la arena.
Yo en cambio, disparaba al vacío imaginando en él las piernas de mi chica; el proyectil penetrando la carne, sometiendo el hueso alejandrino, rompiéndolo.

Las balas se acabaron y ahora la miro a los ojos, de nuevo no sé qué decir, de nuevo necesito mi arma, mis dudas y objetos para no seguir pensado que amo sus pies y sus manos delicadas.

Hace un gesto, la sigo, caminamos sin rumbo en la libertad de la playa, arriba, las estrellas se desordenan, no las miro, no miro nada, sigo los pasos que Alejandra deja, la profundidad de sus huellas me obsesiona, me detengo y hay ciertos resplandores que me hacen volver los ojos, trato de adivinar qué será lo siguiente, qué vendrá después.

La alcanzo y hablamos, la miro de reojo y me parece simétrica; me cuenta de las noches en su casa, de las clases particulares que recibía siendo niña para aprender a pronunciar bien el español y el portugués, lenguaje preferido de su padre. A mi lado, hablando, Alejandra me parecía irreal, no podía creer que esa mujer frágil me hablaba del saudade y yo sólo entendía que me extrañaba.

Al alba comenzamos a dormir, yo tardé un poco más mirando su cuerpo, la exactitud de su figura, me parecía sexual y terrible, sexual y olorosa, sexual y pasajera.

- ¿quieres tocarme? – dijo acercando su boca a la mía

La besé con fruición, mi respuesta era contundente como una bala. Yo era el arma que Alejandra usaba para dañarse todas las noches, para olvidar un poco su pasado cuadrado y lleno de consejos moralmente correctos. En cambio, ella era para mi una justificación, un por qué definitivo.

Pude dormir después de escuchar los gemidos oprimidos de Alejandra en mi oído; no soñé nada. El día se abría con el perfume de coco de mi chica, inundando el aire del Pacifico recordándome algo similar al infinito.

jueves, 13 de noviembre de 2008

de nuevo un despojo


Voy a masturbarme,
mi mano y yo,
no habrá problemas:
no debo decir palabras decorosas,
no debo atender ninguna necesidad ni complacencia.

Voy a salir después,
volveré a beber,
consumiré alguna droga
y seré de nuevo un despojo,
pensaré en ti y tendré ganas de irme lejos,
sumido en la apatía
que absorbe
mi rostro.

martes, 11 de noviembre de 2008

Cursi

Mientras no te veo
transcurre el tiempo
y sus rostros

Distancias
agridulces se abren
en la hoja, en la carne,
en el viento

Vi tu mano
dibujar despedidas
y quise llorar toda la noche.