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jueves, 25 de abril de 2024

Advertencias al lector

Regreso después de ocho años sin escribir una sola palabra en este blog. Lo que más me cuestionaba al volver era si debía borrar los textos anteriores y comenzar de cero. Decidí no borrarlos porque esa es justamente la cualidad de la escritura: poder mirarse en espejos que te devuelven reflejos pasados. Lo que fuí y lo que soy.

Aunque el mundo ha cambiado después de una terrible pandemia y que con ello las fórmulas del éxito también,  a mí no se me han pasado las ganas de escribir y describir el mundo que veo. 


Por esa razón espero poder brindar a los lectores y no lectores una experiencia más amplia en cuanto a géneros. Si bien el blog tenía una inclinación a la poesía, ahora también subiré mis artículos de opinión y algunos cuentos. No sé si subiré poemas porque ahora mismo no me salen. 


En cualquier caso agradezco sus minutos de lectura.

Con cariño: 


Zagreo Y.


miércoles, 24 de abril de 2024

Instrucciones para sobrevivir en Oaxaca



                                                                                                                        Tenía que morir, pero no me                                                                                                                         dio la gana

                                                                                                                        Refran popular



Dentro de mi rutina cotidiana está la de caminar la huerta e ir viendo los árboles de mango. Esa mañana recibí una llamada de un número desconocido. Recuerdo que contesté ya como al cuarto intento.Me avisan que una amiga fue atacada a balazos. Me quedo callado. Con la cercana muerte de mi abuela las tragedias se me han vuelto cotidianas.


De unos 43 años de edad, mi amiga Dominga ya guarda en su hoja de ruta dos matrimonios, dos hijas de su exesposo y uno de su actual pareja. Distanciada de su familia cercana, la vida de Dominga gira alrededor de sus hijos. Por motivos que prefiero guardar, vivía en casa de sus actuales suegros.


A Dominga la conocí en unas clases que impartí en una universidad cristiana. Recuerdo su impulso por saber más y su contrariedad por no entender la falta de verdad absoluta a la hora de hablar de literatura. Coincidimos en algunas presentaciones de mis libros, conocí a sus hijos y salíamos a comer o a caminar al zócalo, comer un elote frente a la catedral viendo a sus hijas reír y hacer burbujas.


La vida no era fácil para Dominga, que buscaba espacios en su tiempo como madre y esposa para poder salir con una amiga, pintarse el pelo o andar en bicicleta sin tener que preocuparse de sus hijos, su ex y su esposo.


Un día después de la llamada y de que el suceso fuera información en la nota roja, visité a mi amiga. Fue complejo a pesar de que se trataba de un caso público y conocido; o como lo dijeron los guardias del hospital: “vienen a buscar a la baleada”. Esa baleada respondía al Código Plata, término usado para pacientes en riesgo.


Pregunté la cama y el área para verla. Puede verla en la cama cinco, me dijo un tipo sin mirarme a la cara y señalando una libreta para apuntar mis datos. Cuando por fin encontré la cama cinco Dominga no estaba allí. De hecho no había ni pacientes ni enfermeras en la sala. Volví a la puerta y me mandaron a la Oficina de Trabajo Social, ahí me dijeron que yo debería saber dónde estaba mi paciente. Volví con el guardia, quien me mandó con otros guardias que a su vez me mandaron a la cama diecisiete. La cama estaba en el segundo piso, entré y únicamente había hombres, la enfermera de guardia me dijo que ahí no había ninguna mujer y menos alguien de nombre Dominga. Volví con el guardia del inicio, que me mandó a la guardia de urgencias. Ya un poco encabronado en urgencias alcé la voz y les reclamé su ineptitud. Como caída del cielo, una señora que había visto todas mis vueltas se presentó como la administradora del hospital y me ofreció ayuda. De pasó le metió una buena regañiza a los guardias y enfermeras, quienes con celular en la mano únicamente respondieron con muecas. 


Tres vueltas después y ya con la administradora encabronada, resultó que Dominga estaba en la cama cinco pero de la sala de urgencias. Corrí ya desesperado pensando en que lo peor había sucedido y que únicamente encontraría un cuerpo helado tumbado en la cama.

En cambió la imagen frente a mí era otra: Dominga rodeada de policías, enfermeras y una psicóloga. Entré sin preguntar si podía o no, sin importar si había o no protocolos y al vernos le tomé la mano. Inmediatamente los oficiales de la Fiscalía me interrogaron, al no ser su familiar me invitaron a salir. Entonces pude ver el rostro de Dominga, tenía un parche del lado derecho de la cabeza y del mismo lado le habían rapado la mitad del pelo. Fue evidente que el disparo lo había recibido en la cabeza.


Afuera de la sala y sin prestar atención a las preguntas de la oficial pensé en el esposo. Cuando le pregunté a la oficial su respuesta me dejó helado: “Fue el esposo quien le disparó”. Con mucha prisa la oficial me contó una historia con detalles difusos. Cuando las indagatorias terminaron también hablé con la psicóloga, quien me dio otros fragmentos de la historia. Su rostro era de incredulidad, sobrevivir un disparo en el cráneo no es un milagro de todos los días.


Dominga, su esposo y su hijo salieron el domingo a mediodía rumbo a Tlalixtc. Pasaron una tarde tranquila mirando las montañas y la presa disminuida, pero todavía con patos. Comieron memelitas, tasajo, chorizo con sus rabanitos, nopales, aguacates y cebollitas asadas. Después de la comida el esposo pidió un mezcal para el desenpanse, como una no era ninguna pidió otro mezcal, dos ya son una y volvió a empezar. De tal manera que ya con el niño llorando, los meseros levantando y con la cuenta en la mesa, el esposo se negó a irse si no le vendían una última cerveza, después de las doce que ya se había tomado junto con seis mezcales. Incómoda y cansada ya no pudo quitarle las llaves para manejar, sin ánimo de discutir subió al coche con el nene en brazos y cuando intentó bajar el volumen de la música le dio un manazo en la mano. “En esta nave yo soy el capitán”, le dijo muy cerca del oído y después acarició a su hijo. 


Al llegar a su casa, ni la música ni la comida pudieron contenerlo, quería más cervezas. Dominga se puso la pijama y paseó al nene en la sala, los tomó a los dos con fuerza y se los llevó a la tienda, donde pidió un six, Dominga se quejó y le dijo que era demasiado. La joven que atendía le dijo al esposo que no tenía cambio de quinientos y al terminar de escuchar la negativa sacó una pistola del pantalón y le apuntó a la muchacha, quien quedó petrificada. “Qué haces, la vas a matar”, se escuchó, después el esposo apuntó al rostro de Dominga y le respondió: “Te voy matar a ti”. Tras el impacto, el grito de la muchachita, el desplome del cuerpo y del nene, después el incontrolable llanto de un bebé que yacía en el suelo aun en brazos de su madre. El esposo salió huyendo sin mirar atrás, en el camino se encuentra a una señora que lo ha visto todo y mira a Dominga inconsciente  sobre un charco de sangre y al bebé llorando. Sin pensarlo toma al niño y buscan el celular de la víctima, llaman al 911 y después a su hermano, quien sin creerlo cuelga la llamada. Hasta que mira la ambulancia llegar y ve a su hermana en brazos de los paramédicos, entonces sale corriendo para irse con ella y no lo dejan subir. Gentilmente la señora le entrega al nene, quien por el susto ya no llora, sino que tiene los ojos bien abiertos, como su tío, quien al ver las luces rojas de la ambulancia alejarse todavía no lo podía creer.



martes, 16 de febrero de 2016

For


Toda la soledad en la que vives
no se puede traducir en
ningún poema, acaso se
puede nombrar.

Por ejemplo la oración inglesa:
“She goes away”, donde she
eres tú y away es un afuera
construido por la cantidad
de pasado que aplana los
caminos de terracería por
donde andas ahora.

Nunca me gustó tomarnos
fotos porque me parecía
una costumbre idiota,
llena de Millennials y
música insoportable.

Aunque el imbécil fui yo,
que no se dio cuenta que
los Millennials dominaban
el mundo cuando nos

tocó decidir.

viernes, 5 de febrero de 2016

Día de la Candelaria

Nos vimos justo el día
de la Candelaria.
Cuando se pagan
los tamales.

Los encuentros humanos
carecen del esteticismo
de las ficciones y el arte.

Me la pasé escuchando
canciones de Chalino Sánchez,
como “Nieves de Enero” o
“Me persigue tu sombra”.

Intento evadir la poesía porque sobra.

La ausencia se vuelve
repugnante cuando
descubrimos que
apesta a pop, por esa
razón no le di mucha importancia
al hecho de no vernos.

Traicionarnos es una buena
medida de tiempo.
Se recae con ganas de
olvidar el peso de una herida,
como si no fuera suficiente
perder los dientes, tener
cáncer o sufrir una fractura.

Febrero es el inicio del
ciclo de cultivo, eso también

lo descubrí por la Candelaria.

martes, 29 de diciembre de 2015

Oda al fin de año de los poetas

Tenemos la costumbre fatídica
de recordar los finales mucho
más que la mitad de las historias.

Tal vez por eso nadie recuerda
cómo era su vida apenas en junio.

Recuerdo que este año también
escribí poemas infumables,
inútiles incluso para los estudiantes
abandonados en el vacío de sus escuelas.

Mi memoria gira para hacer un
recuento inútil de poemas del año 2015:
escribí al rencor de no poder
desatarme de los poemas de 2014,
ocupé mis ánimos para intentar
reconstruirme y me esforcé en
la construcción de un magno poema
que sorprendiera a las multitudes,
un poema sin libro y sin poema,
un poema sin escritor ni lectores,
un exopoema, un metapoema, que
sólo podrían leer los interesados
en la reconstrucción de la lírica oaxaqueña,
esos que dicen que hay que estar
unidos y no crear mafias, aunque el crimen
ya lo llevamos por dentro.

Cuando les pregunten qué hacen los poetas,
los poetas intergalácticos chapulineros,
ustedes podrán decir que se alejan a miles
de kilómetros por hora de sus familias
y de los sueños cotidianos de ser mejores.

Los poetas destruimos los relojes cuando se
acerca el fin de año, recordamos, bajo el
mazo impertérrito de cronos que lo
nuestro es escapar con las manos vacías
de mujer y de buenos deseos.
Este 2015 que agoniza también intenté
escribir un poema triste con el que
todos pudiéramos bailar, el motivo fue
mi primer intento por ligarme a una
señora de 40 años que me miró de
forma perversa en la fila de las tortillas,
su desaliño y su mandil me provocaron
hasta las lágrimas, cómo convencer
a una guerrera de las trincheras del hogar,
ese poema iniciaba con este verso:
“una flor artificial, así es usted, fiestas
Restaurantes, un concierto a las 10,
y al final de esta función, quién sería yo,
un joven y oscuro seductor”.
El rechazo fue inminente, desgarrador,
la mujer cuarentona se quejó de mi
falta de originalidad.

Ahuyentado mí deseo por las cuarentonas,
retomé el camino de los poetas jóvenes,
intenté escribir con metáforas sublimes
y hablé de los muertos, retomé versos
altísimos, ¡Oh Soledad en llamas, páramo de espejos!
Vt melius, quidquid erit, pati! (¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser!)
Dum loquimur, fugerit inuida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
(Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad:
aprovecha el día, confía lo menos posible en el mañana).
Pero fue imposible, los poetas jóvenes tienen menos
de 25 años y adoran todo aquello que desconozco.

Cercano a mayo conseguí una novia y tuve
la sana iluminación de dejar de escribir,
me dediqué a engordar y a fecundar
a mi amada pareja de los Valles Centrales.
Al abordar los camiones y el transporte
público miraba a todos con el desdén
de saberlos pocas vergas, mi mujer
me afectaba al grado de sentirme dichoso,
entonces vino la hecatombe y tuve la
infelísima idea de engañarla y la poesía
volvió, como aquellas minas que uno
cree que por ocultas nunca estallarán.
Pasaron poco a poco los meses y yo
sólo escribía con mi pobre pito
entre las manos, regañándolo y
sintiéndome culpable. Los pecados
de mi polla también son mis pecados,
me repetía al dormir todas las noches.

Llegó octubre y los temas se habían
agotado, me pareció preciso no volver
a leer más en público, me pareció
adecuado dedicarme sólo a escribir
poemas serios que sólo pudieran
ser descubiertos en bibliotecas
y en tiendas de Educal y de Porrúa,
libros chingones que sólo entendieran
las gentes educadas de escuelas privadas,
poemas que hablaran de lo bello que
es vivir encerrado en un libro sin
que nadie se entere de tu pobre almita.
Poemas de concurso chueco que sirven
para desviar un dinerito pal compadre,
porque él sí lo necesita, porque él sí quiere
ser alguien.
Pero fue un error, una marca en mi frente
acusaba mis bajas intenciones, mis libros
no se vendieron ni ganaron concursos,
cercano a noviembre valió verga la vida
y me dediqué a trabajar y a ver youtube,
dormía con mi laptop encendida a mi lado,
veía videos de todo tipo, pero la poesía
no me dejaba, en las noches soñaba que
despertaba en la playa, rodeado de
versos con cuerpos de mujeres y vestidas
como hawaianas, youtube me estaba
haciendo daño y el trabajo me estaba matando.
Llegó diciembre y yo no dejaba de observar
el internet, aunque ahora todo a mi alrededor
olía a grasa y reventaba de buenos deseos,
me sumergí en la fatalidad de las personas
que carecemos de originalidad y comencé
a escribir un último verso: el poema
escrito no es el verdadero poema, el poema
escrito no es el verdadero poema, como el
taco pronunciado no es el verdadero taco,
como la palabra pronunciable no es

el poema inmutable.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Tan añejo como el copro

Estoy seguro que eres
mejor que una promo
y luces mejor en tus fotos.

El único momento en que
puedo dejar de pensar
es cuando me tocas,
es muy simple.

Un poema siempre habla
de poesía aunque en
la intimidad aquello
sea elusivo y hable de cosas "vagas".

Podemos acusarnos de no hacer
poesía social, de no estar a la
altura de nuestras circunstancias
y hablar sólo de nuestro pequeño
mundito pestilente e interior.

Este poema nació de la frente
de un cantante de pop,
este poema es la sangre de
una canción que palidece
cuando la comparamos con
la fundamental necesidad de
comer y tener refugio.

Este ínfimo poema sentimental
no es precioso ni habla del lenguaje
como materia, este poema
es un canto mudo sobre la muerte
de las élites y las castas,
las estúpidas castas que creen
tener la verdad guardada en
su linaje o en su desprecio.

Estoy seguro que eres mejor
que una promo de caguamas
a dos por 40 pesos.
Seguro de que no tienes tema
más grande que tú misma,
levanto la mano y señalo a los
adoradores de lo correcto,
los invito a meterse a rehabilitación
y comprobar que su mundito de
reglas es una droga tan añeja
como el olor a copro.

Nuestra vida, nuestra alegre presencia,
sólo se pudre por nuestra propia toxina.

viernes, 7 de agosto de 2015

Todavía recuerdo cuando fuimos a ver Después de Lucía


Eran los primeros años del Siglo XXI,
todos hablaban de futuro y tecnología
mientras se revolcaban en el primitivo
infierno interior de nuestra especie.
Tú y yo comenzamos, como casi todos los
mamíferos, a olernos hasta quedarnos
complacidos.

Entonces llegó el cine a nuestras vidas
y con él Goddard y mi sueño infinito,
mi derrota frente a la tolerancia.
Las estructuras de mi impaciencia
no pueden ser sagaces.

Fuimos a ver Después de Lucía
al norte de la ciudad, cobijados
por miles de libros que morían
ahogados bajo la cortina de
nuestra dudas, bajo el cementerio
de nuestras bocas fúnebres .

Pero era mi amor el que navegaba
ese miedo, pero era yo y la soledad
famélica de vivir a ciegas, cubierto
de humo.

Pero vimos Después de Lucía
y también nos sentimos maltratados,
también sentimos el olvido, la dimensión
de girar hasta perdernos.

No puedo escribir sin detenerme a
pensar en ti dentro de mi recuerdo,
en el dibujo solemne de la líneas
imaginarias, en el sonido encerrado
entre mi garganta y mis lagrimales.

Presentir, volver a vivir, como si en
el encierro viniera la vida y con ello
tu abrazo nocturno, tus piernas bajo
el tercer amor de este tercer mundo
arrinconado, de este muro de lágrimas
y tabla roca que no pueden más que
derrumbarse en un intento ilegible,
acordonado, siempre acordonado.

Aun así entramos gratis  a ver Después de Lucía,
y todavía creía en lo que decía mi cuerpo,
todavía me importaba lo que tus dedos largos
tenían de fascinante en el espacio.

Nos vino la noche, claro, como a todos los
abandonados, como a todos lo distorsionados
que no conseguimos estar quietos; la distancia
de mi amor también es destructible, como
todo los muros en todas las épocas,
esa palabra, esa suma que no podía hacer
porque te mareabas, porque te llenabas

de un agua dura, de un metal pesado y lleno.