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martes, 18 de junio de 2024

Paternidades



Fue el día del padre y observé en mis redes más reclamos que felicitaciones. No puedo decir que me sorprendió o que me desilusionó. De unos años para acá el tema de la paternidad en mi vida ha sido cuestionado y puesto en duda por mis más cercanos.

Lo entiendo como habitante del primer cuarto de siglo, este momento en que el rol y significado de lo masculino es sometido a nuevas perspectivas.


Como mi vida se ha vuelto una constante tensión entre lo moderno y lo tradicional, entiendo que esa misma tensión habita la realidad del país. Un país que vive en la eterna paradoja de las dos personalidades: de lo rural a lo citadino. 


En el pueblo en el que vivo la regularidad de padres ausentes se vuelve más evidente por los pocos habitantes. Sobran las historias de hijos educados por sus padrinos o por sus tíos; historias de padres que por elección o condición dejaron a sus hijos. Madres, tías, abuelas que ocuparon ese lugar que los hombres no llenaban. Quizá por esa razón el pueblo está lleno de personas sensibles al arte, sobre todo a la danza, la música, la pintura y la poesía.


Mi caso fue el de un niño educado por sus tíos y abuelos. Al ser muy joven mi madre, muchas responsabilidades fueron compartidas con sus hermanos. Ese inicio cambió mi destino: recibí el nombre de mi abuelo y me registró como su hijo. Tenía nombre, apellido y un padre. Mi abuelo fue muy condescendiente conmigo, peleaba con mi madre y mi abuela por consentirme. Después de todo, al ser el primer nieto fuí como el primer muñequito con el que jugaron mis parientes.


Con la fortuna del nombre y el apellido en mi vida el rol paterno siempre fue confuso. Mi abuelo en el papel es mi padre, pero en la práctica fue mi abuelo y todo el pueblo se encargaba de recordármelo. En la práctica lo más cercano a un padre ha sido mi tío Héctor, pero al mismo tiempo no hubo nadie más cerca de mí que mi madre, con quien he vivido alegrías, tristezas y enfermedades. 




No es un cliché decir que lo más cercano a un padre fue mi madre. En la práctica me descubrí con muchos rasgos de su personalidad y otros completamente diferentes. Natural para un hijo que fue educado por una madre soltera durante veinticinco años.

A la par con estas ideas no puedo evitar reconocer que como en todas mis ramas familiares, la vivienda compartida fue parte de mi vida durante más de veinte años. Como muchos jóvenes que llegan a la ciudad de Oaxaca provenientes de los diverso pueblos del estado, mis tíos y mi madre llegaron a la Verde Antequera y vivieron juntos en la misma casa por al menos ocho años, en los cuales viví con mis tíos y en los que se estableció el amor y respeto que siento por ellos.


La única certeza que tengo respecto a la paternidad es que no es un concepto fijo. No hay una sola paternidad, pero en todas debería caber la responsabilidad afectiva, el cuidado y el amor a los hijos, principios que funcionan en el pueblo  más escondido o la ciudad más moderna.


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