Al subir las escaleras del Fortín
descubrí que que hay que tenerle
paciencia a la poesía.
O al menos a los poetas como yo:
que contaminamos con el papel higiénico
y también con nuestra poesía.
No me hace sentir mal descubrir
que la poesía también se acumula
como la basura que el Municipio no levanta.
a 60 la bolsa con los privados
No puedo culpar al servicio de recolección
por no levantar la basura
como no puedo culpar a los poetas
de dejan deformes rastros de un
poema sucio e inconcluso.
Hay que tenerle paciencia a la poesía.
De otro modo tendríamos siempre
el mismo rostro y expresión de quienes
se quedan esperando a que
el servicio recojan sus desechos
La paciencia que tuvieron
todas la generaciones
que no conocieron una pantalla táctil
y un mensaje instantáneo para
ejercer de un sol un ombligo.
Con más paciencia y poesía
podríamos resucitar al río Atoyac
y volver a escribir sobre una
ciudad verdinegra con un río ultanegro
donde las personas caminan
sobre el agua de la noche con la esperanza
de encontrar entre la basura
los rastros de un poema distinto,
donde las palabras no caminen.
De cualquier manera qué más podemos
darle a los poetas si no la paciencia
de saber que no serán levantados
por el servicio de recolección
de desechos orgánicos del Municipio.
Qué más podemos darles si en
las nóminas cada vez entran
menos poetas y más basura
Paciencia a la poesía porque
ya somos muchos
muchos técnicos, muchos cansados
más cotidianos y más de los contrarios.
Si acaso fuera suficiente gritar desde
el Mirador del Fortín
parado sobre las canteras y
gritar muy duro el mismo verso
en 27 lenguas oaxaqueñas
para transformar a todos los
recolectores de basura en poetas
¿o quizá ya lo son?
Quizá ese ha sido siempre
el gran disfraz de los poetas:
personas detrás de la basura de otras personas.
Personas que levantan el desecho de otras personas para ponerlo en su lugar.
Pero ¿cuál es el lugar perfecto
de los desechos? si no la poesía
Si acaso tuviéramos los medios
haríamos una hoguera eterna
con los desechos imperfectos
de tanta y tanta poesía.
Una hoguera contenida en una bolsa reciclable de basura.
Como tenemos los medios no hacemos hogueras,
en vez de eso hacemos grandes pilas de copro y basura
que acumulamos dentro del Atoyac.
Al subir las escaleras y llegar al mirador del Frontín
miré las cúpulas de Santo Domingo
y también quise ser otro:
Un dominico sin paciencia para bañarse en el S.XVII;
Un militar absurdo y su caballo cagando en plena Independencia;
Un cómico en el Hotel Fortín o en el Corcel Negro;
Un político mezquino y arrogante en plena Revolución;
Quise ser un artista sumiso y en silencio en pleno Modernismo;
Un guiño entre dos conspiradores;
Tres bofetadas de Margarita Maza;
Una buena peda con Porfirio Díaz.
Un esclavo zapoteca gigante que destruye
las cúpulas de la catedral en pleno Virreinato.
Hay que subir las escaleras del Fortín
y que cada paso sea más paciencia
para los poemas desechables de hoy en día;
más y más absurda paciencia para
aquellas personas que no se
avergüenzan de las pequeñas cosas ridículas,
para quienes despertaron dispuestos
a pedir prestado y no pagar;
para quienes hablan conmigo y me contradicen.