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miércoles, 17 de junio de 2009

La noche es templada

Los escarabajos forman una línea, Saúl observa, cada punto negro es un recuerdo bien vivo, lleno de patas. Camina bajo las luces acomodadas donde otras ideas se consumen, no tiene rumbo. En silencio la calle se va poblando de pasos que se pierden al instante.

Durante toda la tarde ha esperado que la calle se torne vacía, pero cuando el último transeúnte se marcha no sucede nada. Sus ideas vuelven a rebotar dispersas sobre las paredes de los edificios de donde cae un polvo muy fino, sacudidas como por un temblor las estructuras vuelven a estar quietas. Saúl sigue su paso, los escarabajos boca arriba luchan por voltearse; el movimiento de sus patas simula una caminata sobre el aire, siempre a ninguna parte.

El calor que ha guardado en los bolsillos lo entretiene, la noche es templada y hay luna, no la mira, piensa en Plutón. La falsedad del nombre no lo abruma ¿qué problema puede haber si Plutón ya no es planeta? Suspendido ahí, en medio del frío estelar, Plutón y sus hipotéticos habitantes no existen más para la comunidad científica. Su comportamiento-dicen- dista de ser como el de un planeta normal.

Saúl no lo sabe, pero todos los días su orbita se aleja de lo que predeciblemente llamamos persona. Sus rondas nocturnas no intrigan a ninguna especie excepto a Elena que lleva dos días durmiendo en el trabajo. A través de los barrotes aquél hombre delgado parece un esquizofrénico que mira al cielo mientras los escarabajos llueven, Elena bebe del chocolate que recién ha preparado. ¿Y si lo invito a pasar? Se pregunta. Alentada por lo desconocido lo sigue viendo, Saúl enfrascado en su búsqueda plutoniana no se da cuenta de nada.
Para Elena las tardes de la última semana ha sido un ajetreo inconsciente, sólo muchas cosas que hacer y poco tiempo. Ninguno de sus actos ha tenido que ser evaluado ni meditado, sus responsabilidades se han apropiado de ella.

El chocolate que bebe mientras observa a Saúl es sólo un líquido espeso y caliente que le recuerda algo a su cuerpo. Aquella noche debía estar en casa, aquella noche esa taza viscosa y caliente debía llamarse de alguna manera, debía decirle que era hora de un descanso, debía hacerla olvidar.

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