Tenemos la
costumbre fatídica
de recordar
los finales mucho
más que la
mitad de las historias.
Tal vez por
eso nadie recuerda
cómo era su
vida apenas en junio.
Recuerdo que
este año también
escribí
poemas infumables,
inútiles
incluso para los estudiantes
abandonados
en el vacío de sus escuelas.
Mi memoria
gira para hacer un
recuento
inútil de poemas del año 2015:
escribí al
rencor de no poder
desatarme de
los poemas de 2014,
ocupé mis
ánimos para intentar
reconstruirme
y me esforcé en
la
construcción de un magno poema
que
sorprendiera a las multitudes,
un poema sin
libro y sin poema,
un poema sin
escritor ni lectores,
un exopoema,
un metapoema, que
sólo podrían
leer los interesados
en la
reconstrucción de la lírica oaxaqueña,
esos que
dicen que hay que estar
unidos y no
crear mafias, aunque el crimen
ya lo
llevamos por dentro.
Cuando les
pregunten qué hacen los poetas,
los poetas
intergalácticos chapulineros,
ustedes
podrán decir que se alejan a miles
de
kilómetros por hora de sus familias
y de los
sueños cotidianos de ser mejores.
Los poetas
destruimos los relojes cuando se
acerca el
fin de año, recordamos, bajo el
mazo impertérrito
de cronos que lo
nuestro es
escapar con las manos vacías
de mujer y
de buenos deseos.
Este 2015
que agoniza también intenté
escribir un
poema triste con el que
todos pudiéramos
bailar, el motivo fue
mi primer
intento por ligarme a una
señora de 40
años que me miró de
forma
perversa en la fila de las tortillas,
su desaliño
y su mandil me provocaron
hasta las
lágrimas, cómo convencer
a una
guerrera de las trincheras del hogar,
ese poema
iniciaba con este verso:
“una flor
artificial, así es usted, fiestas
Restaurantes,
un concierto a las 10,
y al final
de esta función, quién sería yo,
un joven y oscuro
seductor”.
El rechazo
fue inminente, desgarrador,
la mujer
cuarentona se quejó de mi
falta de
originalidad.
Ahuyentado mí
deseo por las cuarentonas,
retomé el
camino de los poetas jóvenes,
intenté
escribir con metáforas sublimes
y hablé de
los muertos, retomé versos
altísimos,
¡Oh Soledad en llamas, páramo de espejos!
Vt melius, quidquid erit, pati! (¡Cuánto
mejor es soportar lo que haya de ser!)
Dum
loquimur, fugerit inuida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
(Mientras
hablamos, habrá huido celosa la edad:
aprovecha el
día, confía lo menos posible en el mañana).
Pero fue
imposible, los poetas jóvenes tienen menos
de 25 años y
adoran todo aquello que desconozco.
Cercano a
mayo conseguí una novia y tuve
la sana
iluminación de dejar de escribir,
me dediqué a
engordar y a fecundar
a mi amada
pareja de los Valles Centrales.
Al abordar
los camiones y el transporte
público miraba
a todos con el desdén
de saberlos
pocas vergas, mi mujer
me afectaba
al grado de sentirme dichoso,
entonces
vino la hecatombe y tuve la
infelísima
idea de engañarla y la poesía
volvió, como
aquellas minas que uno
cree que por
ocultas nunca estallarán.
Pasaron poco
a poco los meses y yo
sólo escribía
con mi pobre pito
entre las
manos, regañándolo y
sintiéndome
culpable. Los pecados
de mi polla
también son mis pecados,
me repetía
al dormir todas las noches.
Llegó
octubre y los temas se habían
agotado, me
pareció preciso no volver
a leer más
en público, me pareció
adecuado
dedicarme sólo a escribir
poemas
serios que sólo pudieran
ser
descubiertos en bibliotecas
y en tiendas
de Educal y de Porrúa,
libros
chingones que sólo entendieran
las gentes
educadas de escuelas privadas,
poemas que
hablaran de lo bello que
es vivir
encerrado en un libro sin
que nadie se
entere de tu pobre almita.
Poemas de
concurso chueco que sirven
para desviar
un dinerito pal compadre,
porque él sí
lo necesita, porque él sí quiere
ser alguien.
Pero fue un
error, una marca en mi frente
acusaba mis
bajas intenciones, mis libros
no se
vendieron ni ganaron concursos,
cercano a
noviembre valió verga la vida
y me dediqué
a trabajar y a ver youtube,
dormía con
mi laptop encendida a mi lado,
veía videos
de todo tipo, pero la poesía
no me
dejaba, en las noches soñaba que
despertaba
en la playa, rodeado de
versos con
cuerpos de mujeres y vestidas
como
hawaianas, youtube me estaba
haciendo
daño y el trabajo me estaba matando.
Llegó
diciembre y yo no dejaba de observar
el internet,
aunque ahora todo a mi alrededor
olía a grasa
y reventaba de buenos deseos,
me sumergí
en la fatalidad de las personas
que
carecemos de originalidad y comencé
a escribir
un último verso: el poema
escrito no
es el verdadero poema, el poema
escrito no
es el verdadero poema, como el
taco
pronunciado no es el verdadero taco,
como la palabra
pronunciable no es
el poema
inmutable.