Buscar este blog

viernes, 19 de septiembre de 2008

Toxina Envidiable

Estoy absorto y fascinado; mientras las chicas hablan yo me siento perdido, una música rara me guía, ahí sentado, estoy en un cuadro que se mueve sin mí.
-todos son unos pendejos-, gritó de pronto una chica.
Yo me reí mucho, era necesario ofender a todos para sentirnos a gusto, era necesario ambientarnos un poco para escupir el ego estúpido de nuestra generación; ocurría en todas las mesas: de pronto un idiota se levanta de la mesa y te patea la cara, pide disculpas y no pasa nada, una tontería infantil y decadente.

Ahí seguía yo divagando sin reparos en la mesa, todo está en orden (o parece estarlo): los chicos y las chicas lamiéndose el rostro en una esquina, la barra del bar llena de bebidas adulteradas, todo mundo infestado de alguna toxina envidiable…

En el centro sigo yo, perdido, pero no, no soy el centro, soy la orilla, el extremo deteriorado.

De pronto, en un giro, soy amigo del mundo, todos ríen, los enemigos, los marginados. El cuadro se mueve, gira despacio y dentro mi conciencia ha dejado un mensaje inesperado: Fui a la playa, vuelvo el lunes.

Regreso, regreso, no pasa nada, las chicas han vuelto y me acarician el muslo, no veo su rostro, no veo nada, sólo un destello cálido y con manos… ¿He dicho que me he perdido? ¿He dicho algo esta noche?

No hay comentarios: