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miércoles, 3 de diciembre de 2008

dientes grandes

Cuando vio mis manos tomó un barniz naranja, se acerco al reproductor y puso a los strokes. Se acomodó en el sillón, me dio el barniz y sentenció que si podía matar a un desconocido podía pintarle las uñas de los pies.
Con la pequeña brocha sujeta entre mis dedos, miro los pies de Alejandra, son largos, delgados, con los dedos pequeños y perfectos en su forma. Las uñas perfectamente limadas, casi nacaradas.

Pinto la primera uña, miro su cabello teñido de rojo, me sonríe (¿por qué he decidido matar si puedo pintarte las uñas?). La música sigue y Alejandra me cuenta que los strokes le recuerdan NY y sus calles, sus antiguas compañeras de colegio peleándose por un vestido nuevo, por un pazón de coca. Le recuerda los trayectos solitarios en el metro, los negros viéndola como un bicho extraño y ella mirándolos como potenciales violadores de vergas negras y dientes grandes.
Cuando termino, los pies de Alejandra resplandecen como frijolitos de color chillante. Te faltan las de las manos me dice y me acerco a su oído, es tarde y debo ir a trabajar le respondo, ella me arranca el barniz de las manos, se levanta, apaga la música y se mete al cuarto. Su berrinche me ha dejado helado, deseo ir, matar y volver a casa pidiendo barniz, música y un poco más de sus labios.

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