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lunes, 16 de marzo de 2009

sólo una rata

Trato de mantener en calma mis pensamientos. Es inútil, el sol desgarra un horizonte oxido, lleno de mugre. Sólo por eso la mano se me calienta, busca el arma que hoy no llevo conmigo. He decidido comprar una mascota para ahorrarme el ocio, el alcoholismo y las estupideces. Pienso en un gato o en una rata horrible. La idea de comprar un animal nació desde una pregunta ¿fui un animal enjaulado mientras conviví con una mujer llena de mugre?
A mi juicio lo fui y ahora deseo experimentar el otro lado. El perverso ojo manipulador, la mano omnipresente que determina el devenir. En la tienda de mascotas los animales lucen desinteresados por su futuro, se parecen a mí.
Veo los gatos, los perros, los reptiles. Me siento identificado. En la caja pago por una rata pequeña y con los cachetes flexibles (al fin una diferencia). Al salir me doy cuenta que el roedor necesita más que mi beneplácito para vivir, vuelvo, compro una jaula, aserrín y comida. Mi nuevo inquilino tiene todo para soportarme.

He mirado a mi rata durante una hora: come, da vueltas, se agazapa temeroso entre en aserrín y sus meados. Huele todo, de vez en vez se da un golpe con la jaula, vuelve a dar vueltas y el ciclo se repite con ligeras variaciones.
Me pregunto si a la entrada de una hembra en su jaula mi amigorrata se volvería un imbécil. Me sentí superior a todos los animales hasta este día. Mi existencia sujeta a los mismos actos monótonos me produce mareo.
La muerte se ha vuelto para mi un cumulo de aserrín cubierto de meados de rata. Me doy cuenta y el animalito continua con la rutina. ¿Debo limpiar mi casa?
Las preguntas vuelven a someterme.

1 comentario:

ale valades dijo...

Lalichte lalichte...=0)