El silencio tiene
habilidades que de primer contacto parecieran inexistentes, el silencio objeta
esa cualidad de comunicación que ocupamos con menor frecuencia. El quince de
septiembre volveremos al silencio: Sergio Gabriel Maravilla Martínez Vs Julio Cesar Chávez Carrasco, por el cetro
universal del Consejo Mundial de Boxeo, en el coliseo posmo del boxeo: Las
Vegas.
Ese día en el Thomas
& Mack center, todo lo dicho caerá bajo el peso absoluto del silencio de un
par de puños frente a otros, quedará atrás un año entero de provocaciones entre
ambos peleadores.
Aunque el negocio del
boxeo tiene formas mezquinas, en cuanto dos hombres se encierran en un
cuadrilátero por treinta y seis minutos nos recuerdan esa comunicación efectiva
que posee el cuerpo humano para demostrarse, para afirmarse. El boxeo, como
muchos otros deportes, no es sólo la repetición innumerable de movimientos para
su posterior ejecución perfecta; sin embargo su diferencia radica en que la
materia que recibe el efecto de tal perfección de movimientos es otro atleta,
similar en condiciones de peso y movilidad. Es la carne la que responde a ese
leguaje mudo que los boxeadores usan para convencer.
Es probable que Chávez
y Martínez nunca mantuvieran comunicación o hablaran sobre sus protectores
bucales, o su marca favorita de vendajes. Lo cierto es que ese sábado por la
noche de un templado día norteamericano, en la semidesnudes de su apariencia,
ambos luchadores saldrán decididos a convencerse el uno al otro con palabras que
nunca escucharemos sino en el resplandor de un guante cruzando la cara.
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