En el lugar me exponían a mí.
Cada sala del
Museo de Arte Contemporáneo
me contenía en una
extraña disposición:
la sala principal
mostraba toda la basura que había usado en mi vida,
los artistas que
curaban la expo habían realizado un doble con
órganos internos y
con el tripe de mi peso y altura sólo
con el papel que
usaron para limpiar mi mierda.
Una sala que me
llamó mucho fue la de "promiscuidad intangible",
una sórdida
habitación con todas mis mentiras repitiéndose
proyectadas en
espejos que lograban la superposición de las
imágenes en las
paredes blancas.
En otra de las bóvedas
del museo se exhibía mi boca a una escala
agigantada para
descubrir en mis caries la forma enigmática
de un cocodrilo o
un ortóptero.
Mis entrañas
fueron regadas en el patio central. Esto no lo entendí muy bien.
Lo que resultaba
más extraño era observar el rostro de quienes asistían a
la exposición:
llenos de incredulidad observaban cada una de las parte
de mi cuerpo exhibido
sin ningún pudor o recelo.
Cuando yo fui a la
exposición la gente no me reconoció, a pesar
de observarme ahí
frente a los videos que me mostraban grotesco y desfigurado,
así que me acerque
a un visitante en la sala donde mostraban
mis traumas y todo
era simbólico y tétrico. Disculpe, ¿cree usted que me parezco
al hombre que
sufre en los videos? El hombre me observo con los ojos
sin parpadear para
no soltar lágrimas. En dado caso usted debería ser yo
que soy al que
exponen en esta farsa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario