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lunes, 13 de agosto de 2012

Levirato

Si escribo: miedo al rechazo
quién podrá ofenderse
No quiero especular.
En la mañana entré al cuarto pero no pude dormir
recordé ese pasaje sobre la ley del levirato.
Me quedé pensando en muerte y en que
no tengo hijos ni una viuda que pueda reclamar mi hermano
para hacerle un hijo y heredar la inexistencia de mi fortuna.

Un profesor nos contaba lo aburrido de las novelas de
Fadanelli por la monotonía y estatismo de los personajes,
sobraba conocer La Roma, La Condesa y La Cuauhtémoc
para escribir un drama triste y plano.
Recuerdo las palabras de Omar ahora que no salgo de casa
y me la paso escribiendo sobre mi cuarto y los recuerdos.
Tal vez el malestar de un habitante de la ciudad es volverse
un personaje de Fadanelli, hosco, apático, con empleo y horarios
fijos para no pensar en cuánto tiempo se puede o no ocupar
para tirar flatos con la familia o las caguamas en el parque.


Nos encantan los rumores,
al Papa lo ha traicionado su mayordomo,
la fe no calma las ansias ni el morbo.
Por ejemplo ahora voy a traicionarme y no me doy cuenta
y me estoy engañando qué malo soy.


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